Un relato de humor, por supuesto...
De verdad, hacértelo con un gmork no es algo agradable. Lo digo por experiencia, si no no estaría escribiendo esto. Nueve poderosas extremidades son demasiadas extremidades para una chica semidecente como yo. Tenía el cuerpo más machado que después de una sesión con el fisio y la piel como un mantel blanco con topos rojos por los chupetones de las ventosas. Había esperado a que todas mis amigas tuviesen un rollo con un extranjero antes que yo y por fin lo había probado. A lo más que había llegado era a chupársela a un nigeriano por unos canutos y me moría de ganas por hacérmelo con alguien de más allá de Alfa Centauro. El sexo con extranjeros es cool o, al menos, es diferente. Además hoy no eres nadie en la uni si no has intercambiado fluidos con un alien (perdón, quería decir extranjero, que sé que no les gusta que les llamen así), así que les demostré a las zorronas de mis amigas (besos, os quiero, guapas) que yo no era una estrecha dejando que aquel visitante de las estrellas me ensanchara los siete agujeros de mi cuerpo. Y no me preguntéis cuáles eran el cuarto, quinto, sexto y séptimo porque ni yo misma había sabido que existían hasta entonces. Además yo no escribo esto por morbo sino para compartir mis sentimientos. Por favor, no me seáis cerdos.
Estaba dolorida después de una noche loca pero el dolor de mis brazos y piernas temblorosas no eran nada comparado con el dolor de mi corazón. Tenía muchas dudas de si había hecho bien. Apenas le conocía. Le había encontrado a la salida de Madrid, en la carretera de La Coruña. Habíamos intercambiado unas pocas palabras:
-Hola, me llamo Ana y soy estudiante de exobiología de veintitrés. El carbono es la base de mi estructura orgánica.
-Hola, yo soy conductor de un carguero intergaláctico y tenemos mucho en común porque también yo me compongo de carbono. Como gmork que soy, jamás podrías pronunciar mi nombre. Ah, procedo de una estrella de la constelación de Sagitario.
-¡Qué guay, yo soy capricornio! Me parece que somos compatibles.
Él se río un poco con los tubos por los que emitía su voz. Yo no sabía qué era eso de la constelación de Sagitario. La astronomía nunca fue lo mío. Pero sigo.
Nos fuimos a un lugar íntimo que había sido un puticlub de los de antes, de cuando los tíos no habían descubierto el placer de las abducciones rectales en la M30, que ahora llaman la carretera profunda. Apenas hablamos durante el polvo. Verle desnudo había sido un poco chocante al principio. La piel verdosa impresiona mucho pero luego se la chupé y era como mascar un chicle de clorofila. No había estado del todo mal. Cuando te lo haces con un gmork la lubricación es cosa hecha porque el alien está viscosillo. Es como tirarse a la piscina en todos los sentidos.
Ahora era de día y yo sufría de arrepentimiento y resaca.
-¿Qué te ocurre, cariño? -me preguntó con su voz melosa.
-Nada -le respondí, porque una chica decente se dejaría arrancar las uñas pintadas con unos alicates antes de contestar a esa pregunta. ¿Cuándo aprenderán los tíos?
En vez de eso esperé algunos minutos para empezar a agobiarle con los reproches:
-Es sólo que no estaba segura. Fue todo tan rápido y somos especies tan diferentes. No sé, es que no sé si esto está bien. Quizás sea antinatura que especies tan diferentes se mezclen...
Hablaba para mí misma porque hablarle a la cara a un alien sin cabeza es complicado e inquietante. Los nueve tentáculos brotaban directamente de una esfera azul verdosa y no dejaban de agitarse. De pronto se me ocurrió que me había tirado a un pulpo. Sí, aquello había sido como hacérselo con Paul, aquel cefalópodo profético con el que España y la humanidad vivieron el cénit de la civilización, los últimos años de gloria antes de que llegaran los aliens y convirtieran la Tierra en un garito intergaláctico. ¿Eso era lo máximo a lo que podía aspirar un terrícola? ¿A hacérselo con un cefálopodo espacial para pagar la carrera? No exagero. Pregunten, hoy es casi imposible encontrar a un universitario, camionero o guardia civil que no haya sido abducido. Es difícil encontrar un empleo que valga la pena. Toda la Tierra era un puticlub de mierda y yo me había dejado follar por un pulpo. Me eché a llorar.
-¿Por qué lloras preciosa?
-¡Mírate, me he dejado follar por un cefalópodo espacial!
-Sin faltar, guapa, que servidor no es un vulgar molusco. ¿Sabes? Tengo sentimientos y vértebras dentro de estos tentáculos.
-Lo siento, pero es que tenía tantas ilusiones... Quería esperar a conocer un chico adecuado y me gasté el dinero de los papis en las dichosas fiestas de la facu.
-Podrías haber trabajado...
-No me jodas más todavía, una cosa es dejarte follar por un pulpo viscoso y que te magree con sus nueve tentáculos y otra despachar hamburguesas en el MacDonalds como hace una desgraciada de mi clase. Una tiene dignidad, ¿sabes?
-Lo sé, no quería enfadarte. La verdad es que he disfrutado mucho.
Me envolvió por la cintura con un tentáculo frío pero amoroso. No era tan mal tipo después de todo aunque me temo que los tíos son todos iguales, hayan nacido en la Tierra o en un planeta de la constelación de Sagitario.
-Entiendo que para los humanos sea duro pero esto es el libre comercio, preciosa. Cada planeta produce aquello para lo que está mejor dotado y vosotros os dedicasteis a cargaros vuestros recursos naturales. Además tenéis la piel tan suavecida y parecéis tan frágiles que dan ganas de abrazaros, mordisquearos y penetraros.
Me reí un poco:
-¿Te gusta mi piel?
-Sí, me encanta. Me haría una cartera con ella porque es tan suave que me pasaría derramando mis flujos seminales todo el día sobre ti, amor mío. Jeje, recuerda quien me decía anoche que era su caballero jedi y pedía más mientras la abducía.
-Eres un encanto. La verdad es que eres muy dulce.
-Gracias. Ah, he confirmado la transferencia a tu cuenta corriente. Espero que tengas suficiente pasta para el resto de la carrera.
-No sé yo...
Tenía mis dudas y con razón. Me gastaría la mitad en ropa en tres mises y follándome a un wookie pero en aquel momento parecía mucha pasta.
Salimos de la cama con tranquilidad. Compadecí a la desgraciada que tuviera que hacer la cama porque parecía un colchón de agua por los dichosos fluidos seminales.
No pasó mucho tiempo antes de que me dejara abducir otra vez. El siguiente extranjero con el que me lo monté fue un wookie pero no fue lo mismo. Para nada. Creía que aquel primo lejano de Chewbacca sería dulce como un osito de peluche pero estuvo gimiendo de forma espantosa mientras me follaba y lo más excitante fue pasar las dos semanas siguientes vomitando bolas de pelo como un gato porque el muy cabrón se empeñó en que le hiciera una mamada.
No, no fue lo mismo. Porque del que jamás puedes olvidarte, ay, es del primero. No tuve valor para buscar a mi amado cefálopodo. Cuando quise hacerlo era demasiado tarde. Para entonces aquel pulpo que se paseaba los jueves y viernes por la carretera de La Coruña había pagado ya la carrera de toda mi promoción. Jamás volví a verle pero algo me había quedado de él. Lo descubrí diecisiete meses después del polvete. Al hacerme un análisis descubrí que mi gastrointeritis era un embarazo. Es difícil encontrar un alien compatible para procrear pero los gmorks son una de esas raras excepciones. Dentro de mí había un pulpito deseando vivir.
La verdad es que no ha sido fácil criar a mi Cthulín. Todavía existen muchos prejuicios contra las uniones interraciales. Para mi padre fue especialmente duro aceptarlo, él, que tanto le gustaba el pulpo a la gallega. Ahora me ayuda, como mi madre, en todo lo que puede. Por la mañana le llevan al acuario y al mediodía le dan su cubo con peces vivos para que se alimente. Ctulhín es un niño tan normal y sano como cualquier otro de su edad. Por eso quiero decirles a todas esas madres que temen que sus pequeños aliens les desgarren el útero y el pecho para abrirse paso a la vida que vale la pena, que se puede sobrellevar y hoy día no es un trauma sobrevivir después de que metan tu cabeza en un frasco de nutrientes. Recordad que el aborto es antinatural y ofende a Dios. Amigas, decidle sí a la vida y poned un alien en vuestras vidas.