miércoles, 19 de diciembre de 2007

Lasciva eternidad [relato]

Éste es un relato de fantasía sobre el mismo tema que el relato "Luz", lo que puede esperarnos en el más allá. Si bien es más humorístico... Espero que os guste.

***

Nunca había visto -¿o sería mejor decir que no había visto?- una oscuridad como la que encontró en su falso despertar, una negrura tan profunda que formas y colores no le parecieron más que un delirio nunca visto sino imaginado, que jamás hubiera tenido ojos con que ver la luz de un inexistente sol.

Antes de poder ordenar sus pensamientos -ni siquiera sabía dónde estaba ni por qué-, hizo un descubrimiento de lo más perturbador: había perdido la sensibilidad de su cuerpo. Ni sus brazos ni sus piernas estaban ahí para moverlos. ¿Paralítico entonces? Quizás le había ocurrido como a esos tíos que despertaban después de un accidente para descubrirse inmóviles de cuello para abajo.
-¿Hay alguien ahí? ¿Dónde estoy?
Lo dijo mentalmente, porque no sentía más la boca que los ojos ciegos y las manos inútiles. No es que hubiera perdido la sensibilidad de las extremidades. ¡Es que no sentía un solo músculo de su cuerpo! Tampoco sentía frío ni calor, y en aquel absoluto silencio no podía seguir los latidos de su corazón. ¿Qué parálisis era aquélla, que ni siquiera notaba su propia respiración?
-Es normal que no sientas nada porque no estás en ningún sitio. Sólo Yo estoy contigo, aunque siempre lo he estado.
También esto lo escuchó mentalmente, pero estaba seguro de algo: no se había respondido a sí mismo. La voz no era suya y sonaba neutra y desapasionadamente fría.
-¿Quién… quién eres tú?
-¿Todavía no lo imaginas? Yo soy aquel a quien llamáis Dios.
-¡Qué fuerte, chaval! Encima de paralítico, se me está yendo la olla… Pero ¿será verdad que me estás hablando? Perdón, Dios, digo Señor, ¿cómo es que me estás hablando a mí?
-¿No te han dicho que Yo estoy en todas partes? También en tus pensamientos. Nada de mi creación me es ajeno.
-Qué fuerte… digo sí. Entiendo, Señor… ¿Y qué lugar es éste?
-Ninguno. Has dejado de existir materialmente. Tu cuerpo se está pudriendo ahora mismo en un ataúd mientras tus padres lloran velándolo, pero tú no estás ahí.
-Qué superfuerte…
No sabía qué otra cosa podía decir. Apenas había reflexionado cuando estaba vivo en los enigmas de la muerte, tan ocupado como estaba en vivir y descubrir nuevas sensaciones. Era joven y la muerte le había parecido demasiado lejana hasta ahora como para pensar en algo tan “chungo” y amargarse con malos rollos.
-Ahora recuerdo… Iba en la moto con Sandra y entonces aquel semáforo, aquel coche rojo que venía hacia nosotros… No pude esquivarlo, ¿verdad?
-¿Tú qué crees? Es evidente que no.
-Ah... vale. ¿Y Sandra? ¿Ha muerto ella también?
-Eso no es asunto tuyo sino de ella.
-Pobrecilla. Espero que no le pasara nada.
Todavía no podía hacerse a la idea de que no estaba soñando, de que realmente había muerto y se encontraba en el limbo de una oscuridad eterna. Sintió una pena muy profunda, pensando en todo lo que había perdido para siempre y tantas experiencias que no podría ya vivir jamás.
Poco a poco, emergieron recuerdos confusos sobre cómo había despertado del sueño más alucinante. Las sensaciones que separaban la vida de la muerte eran demasiado complejas para explicarlas: había que vivirlas. Extrañas e indescriptibles sensaciones… Como subir en un ascensor a gran velocidad y sentir que el cuerpo se eleva pero el espíritu se resiste a subir con él, como girar más y más rápido en una noria, como soñar con caer en el vacío.
-Señor, ¿y ahora? ¿Qué voy a hacer?
-No tienes que hacer nada. Estás muerto.
-Pero habrá una resurrección de los muertos… creo.
-Eso es lo que vosotros decís pero la última palabra la tengo Yo.
-Ah… ¿qué puedo hacer entonces?
-Medita sobre tus acciones en vida, sobre tus pecados y cómo podrías haber obrado más rectamente.
-Ah… Qué fuerte, si hubiera sabido yo esto…
No era ningún consuelo. Aquella voz irónica y sutilmente cruel no le consolaba. Pensó en lo bien que se lo podría estar pasando con los colegas, tomándose unas cervecitas y hablando de fútbol y tías. Ahora que no podía ver, esas imágenes se hicieron cada vez más definidas. Casi podía sentir el sabor de la cerveza… Casi, porque estaba muerto.
Y la Sandra, ¿qué le habría pasado? Pobrecilla, lo más seguro es que estuviera muerta porque nunca llevaba casco. Lo peor de todo es que no se la había podido llevar al huerto… No, estaba muy feo pensar en eso en la situación actual. Pero por absurdo que fuera, se la imaginó a ella y a sus amigas, cada vez más ligeras de ropa. Entonces…
-¿Piensas pasarte la eternidad pensando en esas cosas? Los seres humanos nunca dejaréis de sorprenderme, aunque os haya creado.
-Perdón, Señor. No sabía que…
-¿No te he dicho que estoy en todas partes? Sé cada cosa que piensas. También has pensado que soy cruel, ¿verdad?
-Señor…
-Olvídalo. Ya no puedo perder más tiempo contigo. La muerte es para siempre.
Y Dios ya no volvió a hablarle. Su voz desapareció y quedaron las tinieblas y la soledad eterna.
Se lamentó una y otra vez pero eso no servía de mucho. Pensó en su vida y todo lo que podría haber hecho, en la familia, en los colegas, en las amigas, en tías buenas… Vaya, intentaba reflexionar sobre el sentido de la vida y todo eso pero su lascivia se imponía a todo lo demás. Cada vez más nítidas, las imágenes de rostros, piernas, pechos, ombligos y demás piezas de carnicería de mujer se le aparecían mentalmente. Eran, en fin, los más valiosos recuerdos de su vida. Ahora comprendía el enorme potencial de la imaginación humana.
Qué maciza estaba la actriz de aquella película que habían visto antes de la tragedia, la última tarde de su vida. Sí, la Jessica Biel estaba imponente y contemplaba de nuevo, entre las eternas sombras de la muerte, sus ojos verdes, su nariz respingona, su imponente cuerpazo, los pechos que se apretaban bajo una camiseta empapada…
Ah, tenía una eternidad por delante para meditar en profundidad sobre ese cuerpo, su única tabla de salvación en las tinieblas, y sobre el otro sexo en general y también sobre el profundo y húmedo sentido de la existencia.
In secula seculorum.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es realmente bueno este relato, y muy profundo. Me ha impresionado muchísimo. Cada vez escribes mucho mejor.¡Adelante! Un beso

SOL

Alex [Solharis] dijo...

¡Muchas gracias! Me alegro de veras de que te haya gustado. Me anima mucho tu comentario.

Pedro dijo...

Me ha gustado. Te he leido cosas mejores (en ociojoven), pero en otro estilo. Me ha parecido un enfoque original. Además una eternidad de lascivia, sin un Dios que te hable, no es más que un tipo de infierno.

Un saludo,


Pedro.

Marina dijo...

!Hey! te conocí por oj

Alex [Solharis] dijo...

Hola, Pedro. Sé quién eres y nos hemos leído en OJ. Gracias por tu comentario y, por cierto, visitaré el blog que veo que tienes.

Un saludo.

Alex [Solharis] dijo...

Hola, marina. ¿Tienes por casualidad otro nick en OJ? Bienvenida.

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