jueves, 30 de septiembre de 2010

Libros al Trastero: Roma eterna

Tan útil para el lector es recomendar un buen libro como desaconsejar uno malo y con ese propósito surge mi serie de críticas Libros para el Trastero, que en un principio pensé llamar “Libros para la hoguera”... pero por malo o mediocre que pueda ser un libro no merece ese destino. Mejor busquémosle acomodo en el fondo de la estantería o el trastero.


ROMA ETERNA

Título: Roma eterna

Autor: Robert Silverberg

Género: Novela Histórica, Ucronía

Nota: 40 / 100

Lo mejor: el autor es uno de los grandes de la ciencia ficción

Lo peor: la novela histórica no es su género...

Edición: Ediciones minotauro, tapa blanda. 400 pags.

Precio: 18 € aprox.

La caída del Imperio Romano ha hecho correr ríos de tinta escrita e impresa para el género historiográfico. Es imposible decir si la caída fue inevitable pero sí estoy seguro de la inevitabilidad del tema para ese subgénero en auge que es la ucronía. En Roma eterna el Imperio Romano no cae sino que sobrevive y cambia la historia de Occidente.

La pregunta es si Robert Silverberg era el escritor más adecuado para este propósito. El talento es un requisito cumplido porque Silverberg es uno de los mejores escritores vivos de ciencia ficción. Alas nocturnas y Muero por dentro son novelas que disfruté mucho, también la menos conocida Tiempo de cambios. Pero los escritores tienden a centrarse en algunos géneros porque entiendo que cada uno tiene sus propias reglas y una ucronía no es ciencia ficción, por mucho que algunos se empeñen en considerarla tal, sino novela histórica. No es extraño que Harry Turtledove, considerado el mejor autor de ucronías, sea un profesor de Historia o que Javier Negrete, que se desempeña con acierto en géneros tan dispares, sea un filólogo enamorado del mundo griego.

La ambientación en Roma eterna es realmente superficial y a los pocos conocimientos históricos necesarios para ambientar la novela se añade la dificultad de saber interpretar la Historia para hacer conjeturas sobre lo que podría haber sido. Silverberg es un imaginativo escritor de ciencia ficción pero no parece cómodo aquí. Una lástima porque el significado de la caída del Imperio Romano para Occidente ha sido origen de grandes debates. Simplificando posturas, los “anti-romanos” afirman que la Edad Media no fue tan oscura como parece y puso las condiciones necesarias para el surgimiento de la burguesía y de los modernos estados nacionales. Roma hubiera sido lo China para el Oriente: un gigante poderoso pero despótico e inmovilista. Los “filorromanos” defienden lo contrario: la caída del Imperio fue una desgracia para Occidente, que tardó siglos en recuperarse y frente a la Pax Romana, los países que surgieron de las ruinas del Imperio pelearon despiadadamente entre sí hasta el mismo siglo XX.

El debate histórico no puede ser más interesante pero Silverberg elige la peor opción: la neutralidad. El Occidente alternativo no avanza más lento ni más rápido ni es más pacífico o más inmovilista. Ocurren algunos hechos singulares pero no cambian lo esencial. Cambiando las fechas al calendario cristiano podemos encontrar paralelismos poco creíbles entre lo ocurrido en ese mundo alternativo y el nuestro. Los escasos cambios son además poco creíbles.


Concluyendo, Roma eterna no es más que una colección de relatos anecdóticos que van de lo curioso a lo mediocre pero sin llegar nunca a lo notable. Silverberg es un buen escritor pero la novela histórica no es su género y se muestra tan incapaz con la ambientación como con la interpretación histórica. También Asimov se sintió atraído pero, intuyendo que no era el género más apropiado para él, escribió su saga Fundación. Robert Silverberg debería haber tomado ejemplo del maestro y dejado el asunto para alguien más diestro con la novela histórica porque el autor de Alas nocturnas no será, espero, recordado por este libro.

jueves, 16 de septiembre de 2010

El galeote

Un relato no muy largo (1.400 palabras) que pese a su título no es histórico sino más bien simbólico, casi existencialista.


EL GALEOTE


¿Cuál fue su delito? ¿Fueron cinco o diez monedas de plata? No lo recuerda y tampoco importa. Aquel gordo mercadel al que se las robó no trabajó en toda su vida lo que Volgrod ha sufrido en cada hora de castigo desde entonces. Esas monedas hace mucho ya que fueron pagadas con unos intereses usurarios que avergonzarían al mismísimo diablo.

¿Qué vale el sudor del hombre, su libertad o su alma? Encadenados a sus bancos, los hombres pronto dejan de ser hombres y se convierten en bestias envilecidas a las que, a diferencia de las verdaderas bestias, no se les permite siquiera gozar de la luz y la caricia del sol, de la libertad de correr sin rumbo, de respirar el olor del viento y de la hierba. Aquí no pueden más que respirar el hedor de la muerte, de la madera vieja y del sudor de los demás desgraciados. No necesitan cerebro, el mazo del tambor piensa por ellos. Ese tambor marcará su destino durante los días, meses y años que sobrevivan. Volgrod nunca ha sabido qué han hecho sus compañeros de infortunio porque donde no hay humanidad no hay verdadera camaradería.

Tampoco puede pensar en ello. No hay tiempo ni ganas para pensar. El hombre al que antes llamaban Volgrod y al que ahora el cruel capataz sólo se dirige con insultos, es un hombre fuerte como muy pocos. Aún tiene mucho que aguantar, si no enferma, antes de que sus poderosos brazos empiecen a flaquear. Pero no hay salvación para él ni para ningún otro en el banco de una galera. Jamás se acostumbrará a vivir en el infierno porque no es más que un ser humano que sufre más allá del lacerante tormento físico. Porque Volgrod ya no es el mismo que antaño. Los cabellos, antes rojos y radiantes como la flor de la amapola, le caen repugnantes y enmarañados hasta los hombros. El fuego de sus ojos grises se ha extinguido. Su expresión resignada no es la de un tigre sino la de un buey uncido a su yugo, tan fuerte como manso y estúpido, que primero entrega su fuerza a su amo y después su propia carne. Cada movimiento lo sufre como el anterior. Cada movimiento absorbe todas las energías de su cuerpo y por eso no puede preguntarse qué son el espíritu y la voluntad.


-¡Alto! -grita el capataz, que ha dejado de golpear el tambor.

Nadie necesita una segunda orden. Los condenados se dejan caer sobre sus rodillas, jadeando como perros sedientos. Sienten demasiado dolor para disfrutar realmente de su descanso, astutamente calculado para mantenerlos con vida un poco más pero no para que recuerden lo que es ser humano. Unos a otros se pasan los pellejos con agua enrarecida, que sabe mal y mata a casi tantos condenados como el propio esfuerzo criminal al que les obligan. No obstante a ellos les sabe a nectar y ambrosía.

¿Qué es espíritu? ¿Qué es voluntad? La voluntad es una chispa que prende la hierba seca, un rayo impredecible que cae del cielo para tocar la tierra. Esa chispa prendió la rabia, un fuego incontenible en el interior de Volgrod, y no sabemos por qué. El galeote tira del gancho al que está encadenado su brazo izquierda con todas sus fuerzas. El gancho parece oxidado y algo débil pero las venas brotan por sus robustos brazos como enredaderas alrededor de las columnas de un templo abandonado pero todavía vigoroso. Aprieta los dientes para que no escape el dolor... ¡y arranca por fin el gancho de su sitio!

Intenta hacer la misma hazaña con el gancho derecho pero no lo consigue. Su voluntad sigue encendida y piensa rápido. Mira al capataz y grita:

-¡Eh, capataz!

El increpado tarda en reaccionar, ninguno de aquellos miserables se atreve jamás a dirigirle la palabra, y mira con disgusto al esclavo:

-¿Cuál es tu problema, perro pelirrojo?

-Es que esta bebida es tan fresca y deliciosa que me han dado ganas de joder... y me han dicho que tu culo de sodomita es tan grande y prieto como tu tambor.

El capataz queda paralizado. Jamás había oído a aquella escoria reír y cuando habla tiene que gritar para hacerse oír entre las carcajadas.

-¡Silencio, perros, he dicho que silencio u os mato a palos! ¡Vas a ver quién jode a quién, grandísimo bastardo pelirrojo! ¡Te joderé a latigazos y luego te meteré por el culo la maza del tambor!

El esclavista camina hacia Volgrod con el látigo en la mano y la cara roja como la de un borracho. También tiene el entendimiento torpe como el de un borracho por la pura rabia. Lo que el esclavista no sabe es que Volgrod tiene un brazo libre y con eso le basta. Rápido como un leopardo, lanza al aire la cadena que pende de su muñeca izquierda y los eslabones se enredan en el cuello del capataz. Un hombre que se cree seguro es un hombre que en un segundo ha perdido su libertad. Volgrod tira del brazo hacia sí y el capataz cae al suelo como un perro a los pies de su amo.

Necesita la llave que guarda en una bolsita en la cintura. Otro tirón y le parte el cuello. Ya no es más que un fardo del que tira hasta las llaves están a su alcance. Se libera y pronto su compañero coge la llave para hacer lo mismo. Los galeotes que todavía permanecen atados increpan e insultan a los que se liberan... Uno de los mercenarios desciende por la escalerilla para averiguar qué es esta algarabía. Porta una espada corta y Volgrod sólo un látigo. Le basta el látigo para desarmarle y las manos desnudas para matarle. Estampa su puño en las costillas de su opresor y éste se desploma. Volgrod se ríe y se ríe aún mas del propio sonido de su risa. ¡Había olvidado lo que era reír! ¡Había olvidado lo que significaba el gozo y quebrar y aplastar con los propios puños los huesos y la carne de otro hombre!


Salen ya a cubierta los galeotes como un rebaño de potros enloquecidos por la tormenta. Los mercenarios no son más de quince y los galeotes les rodean pero éstos dudan en atacar. Sólo Volgrod tiene la espada corta que arrebató al mercenario y precisamente sólo él confía en enfrentar las manos desnudas y el odio contra el acero. La masa carece de voluntad propia sin un líder. Volgrod asesta el primer golpe y los perros se arrojan detrás de él.

¡Qué error tan grande encerrar a un lobo salvaje entre perros! Los hombres comos Volgrod no pueden ser domesticados; para ellos no hay más pacificación que la propia muerte. El capitán del navío lo entiende demasiado tarde, cuando la espada corta del bárbaro se hunde en su vientre como un cuchillo en un trozo de manteca.


Muchos galeotes yacen ahora muertos sobre la cubierta pero sus antiguos amos les hacen compañía. Los pocos estúpidos que piden clemencia son arrojados al mar con las manos atadas. Muy pronto los esclavos liberados han olvidado a sus compañeros, y ríen y se abrazan. Todo ha ocurrido tan rápidamente que nadie diría que son los mismos que un rato antes remaban con el mismo entusiasmo que un hombre obligado a cavar su propia tumba. Todo les parece posible y no existe más límite que la línea del horizonte. Sólo necesitan un líder, un caudillo que les ordene lo que ellos desean para que muchas voluntades se hagan una sola.

-¿Y ahora qué? -pregunta uno.

-¡Ahora el mar es nuestro! -clama Volgrod, con un nuevo timbre en su potente voz que hace que a algunos se les erice el cabello al reconocer a su líder natural.

-¿Tú? ¿Por qué tú?

-¿Por qué yo, preguntas, perro? Porque yo os prometo que haré de esta chusma que sois el terror de toda la costa. Porque yo os prometo aventuras y luchas; os prometo botines de plata y seda; os prometo cerveza de malta y vino especiado; porque yo os prometo riquezas y también mujeres deshonestas que os ayuden a malgastarlas.

-¿Piratas? ¡Los piratas son condenados a muerte! -recordó un cobarde.

-¡Sí, yo os prometo también la muerte! ¡Yo os prometo que habrá una soga fuerte con un lazo corredizo para cada uno de vuestros cuellos! ¡Pero también os prometo, que sea mil veces maldito por los dioses si miento, que bien habrá valido la pena!


FIN


martes, 24 de agosto de 2010

El putero que vino de las estrellas



Un relato de humor, por supuesto...


EL PUTERO QUE VINO DE LAS ESTRELLAS

Dedicado a Paul, el más sabio entre los invertebrados.


De verdad, hacértelo con un gmork no es algo agradable. Lo digo por experiencia, si no no estaría escribiendo esto. Nueve poderosas extremidades son demasiadas extremidades para una chica semidecente como yo. Tenía el cuerpo más machado que después de una sesión con el fisio y la piel como un mantel blanco con topos rojos por los chupetones de las ventosas. Había esperado a que todas mis amigas tuviesen un rollo con un extranjero antes que yo y por fin lo había probado. A lo más que había llegado era a chupársela a un nigeriano por unos canutos y me moría de ganas por hacérmelo con alguien de más allá de Alfa Centauro. El sexo con extranjeros es cool o, al menos, es diferente. Además hoy no eres nadie en la uni si no has intercambiado fluidos con un alien (perdón, quería decir extranjero, que sé que no les gusta que les llamen así), así que les demostré a las zorronas de mis amigas (besos, os quiero, guapas) que yo no era una estrecha dejando que aquel visitante de las estrellas me ensanchara los siete agujeros de mi cuerpo. Y no me preguntéis cuáles eran el cuarto, quinto, sexto y séptimo porque ni yo misma había sabido que existían hasta entonces. Además yo no escribo esto por morbo sino para compartir mis sentimientos. Por favor, no me seáis cerdos.


Estaba dolorida después de una noche loca pero el dolor de mis brazos y piernas temblorosas no eran nada comparado con el dolor de mi corazón. Tenía muchas dudas de si había hecho bien. Apenas le conocía. Le había encontrado a la salida de Madrid, en la carretera de La Coruña. Habíamos intercambiado unas pocas palabras:

-Hola, me llamo Ana y soy estudiante de exobiología de veintitrés. El carbono es la base de mi estructura orgánica.

-Hola, yo soy conductor de un carguero intergaláctico y tenemos mucho en común porque también yo me compongo de carbono. Como gmork que soy, jamás podrías pronunciar mi nombre. Ah, procedo de una estrella de la constelación de Sagitario.

-¡Qué guay, yo soy capricornio! Me parece que somos compatibles.

Él se río un poco con los tubos por los que emitía su voz. Yo no sabía qué era eso de la constelación de Sagitario. La astronomía nunca fue lo mío. Pero sigo.

Nos fuimos a un lugar íntimo que había sido un puticlub de los de antes, de cuando los tíos no habían descubierto el placer de las abducciones rectales en la M30, que ahora llaman la carretera profunda. Apenas hablamos durante el polvo. Verle desnudo había sido un poco chocante al principio. La piel verdosa impresiona mucho pero luego se la chupé y era como mascar un chicle de clorofila. No había estado del todo mal. Cuando te lo haces con un gmork la lubricación es cosa hecha porque el alien está viscosillo. Es como tirarse a la piscina en todos los sentidos.

Ahora era de día y yo sufría de arrepentimiento y resaca.

-¿Qué te ocurre, cariño? -me preguntó con su voz melosa.

-Nada -le respondí, porque una chica decente se dejaría arrancar las uñas pintadas con unos alicates antes de contestar a esa pregunta. ¿Cuándo aprenderán los tíos?

En vez de eso esperé algunos minutos para empezar a agobiarle con los reproches:

-Es sólo que no estaba segura. Fue todo tan rápido y somos especies tan diferentes. No sé, es que no sé si esto está bien. Quizás sea antinatura que especies tan diferentes se mezclen...

Hablaba para mí misma porque hablarle a la cara a un alien sin cabeza es complicado e inquietante. Los nueve tentáculos brotaban directamente de una esfera azul verdosa y no dejaban de agitarse. De pronto se me ocurrió que me había tirado a un pulpo. Sí, aquello había sido como hacérselo con Paul, aquel cefalópodo profético con el que España y la humanidad vivieron el cénit de la civilización, los últimos años de gloria antes de que llegaran los aliens y convirtieran la Tierra en un garito intergaláctico. ¿Eso era lo máximo a lo que podía aspirar un terrícola? ¿A hacérselo con un cefálopodo espacial para pagar la carrera? No exagero. Pregunten, hoy es casi imposible encontrar a un universitario, camionero o guardia civil que no haya sido abducido. Es difícil encontrar un empleo que valga la pena. Toda la Tierra era un puticlub de mierda y yo me había dejado follar por un pulpo. Me eché a llorar.

-¿Por qué lloras preciosa?

-¡Mírate, me he dejado follar por un cefalópodo espacial!

-Sin faltar, guapa, que servidor no es un vulgar molusco. ¿Sabes? Tengo sentimientos y vértebras dentro de estos tentáculos.

-Lo siento, pero es que tenía tantas ilusiones... Quería esperar a conocer un chico adecuado y me gasté el dinero de los papis en las dichosas fiestas de la facu.

-Podrías haber trabajado...

-No me jodas más todavía, una cosa es dejarte follar por un pulpo viscoso y que te magree con sus nueve tentáculos y otra despachar hamburguesas en el MacDonalds como hace una desgraciada de mi clase. Una tiene dignidad, ¿sabes?

-Lo sé, no quería enfadarte. La verdad es que he disfrutado mucho.

Me envolvió por la cintura con un tentáculo frío pero amoroso. No era tan mal tipo después de todo aunque me temo que los tíos son todos iguales, hayan nacido en la Tierra o en un planeta de la constelación de Sagitario.

-Entiendo que para los humanos sea duro pero esto es el libre comercio, preciosa. Cada planeta produce aquello para lo que está mejor dotado y vosotros os dedicasteis a cargaros vuestros recursos naturales. Además tenéis la piel tan suavecida y parecéis tan frágiles que dan ganas de abrazaros, mordisquearos y penetraros.

Me reí un poco:

-¿Te gusta mi piel?

-Sí, me encanta. Me haría una cartera con ella porque es tan suave que me pasaría derramando mis flujos seminales todo el día sobre ti, amor mío. Jeje, recuerda quien me decía anoche que era su caballero jedi y pedía más mientras la abducía.

-Eres un encanto. La verdad es que eres muy dulce.

-Gracias. Ah, he confirmado la transferencia a tu cuenta corriente. Espero que tengas suficiente pasta para el resto de la carrera.

-No sé yo...

Tenía mis dudas y con razón. Me gastaría la mitad en ropa en tres mises y follándome a un wookie pero en aquel momento parecía mucha pasta.

Salimos de la cama con tranquilidad. Compadecí a la desgraciada que tuviera que hacer la cama porque parecía un colchón de agua por los dichosos fluidos seminales.


No pasó mucho tiempo antes de que me dejara abducir otra vez. El siguiente extranjero con el que me lo monté fue un wookie pero no fue lo mismo. Para nada. Creía que aquel primo lejano de Chewbacca sería dulce como un osito de peluche pero estuvo gimiendo de forma espantosa mientras me follaba y lo más excitante fue pasar las dos semanas siguientes vomitando bolas de pelo como un gato porque el muy cabrón se empeñó en que le hiciera una mamada.

No, no fue lo mismo. Porque del que jamás puedes olvidarte, ay, es del primero. No tuve valor para buscar a mi amado cefálopodo. Cuando quise hacerlo era demasiado tarde. Para entonces aquel pulpo que se paseaba los jueves y viernes por la carretera de La Coruña había pagado ya la carrera de toda mi promoción. Jamás volví a verle pero algo me había quedado de él. Lo descubrí diecisiete meses después del polvete. Al hacerme un análisis descubrí que mi gastrointeritis era un embarazo. Es difícil encontrar un alien compatible para procrear pero los gmorks son una de esas raras excepciones. Dentro de mí había un pulpito deseando vivir.

La verdad es que no ha sido fácil criar a mi Cthulín. Todavía existen muchos prejuicios contra las uniones interraciales. Para mi padre fue especialmente duro aceptarlo, él, que tanto le gustaba el pulpo a la gallega. Ahora me ayuda, como mi madre, en todo lo que puede. Por la mañana le llevan al acuario y al mediodía le dan su cubo con peces vivos para que se alimente. Ctulhín es un niño tan normal y sano como cualquier otro de su edad. Por eso quiero decirles a todas esas madres que temen que sus pequeños aliens les desgarren el útero y el pecho para abrirse paso a la vida que vale la pena, que se puede sobrellevar y hoy día no es un trauma sobrevivir después de que metan tu cabeza en un frasco de nutrientes. Recordad que el aborto es antinatural y ofende a Dios. Amigas, decidle sí a la vida y poned un alien en vuestras vidas.

miércoles, 9 de junio de 2010

El beso

Después de tanto tiempo, aquí dejo mi humilde homenaje al gran Becquer con una adaptación a los tiempos modernos de uno de sus más famosos relatos, El beso.

Si todo sale bien, este relato será parte de una recopilación para homenajear a los clásicos del terror. Os tendré bien informados. Un saludo.

EL BESO
Inspirado en el relato homónimo de Gustavo Adolfo Bécquer

Como un mal presagio, la capital de las Españas amaneció bajo la luz cadavérica que se filtraba por las nubes grises. Los madrileños caminaban cabizbajos y con prisa a sus lugares de trabajo. No dejó, a pesar de todo, de hablarse del partido y la selección fue de nuevo el tema de conversación por excelencia. Pero esta vez se hablaba sin alegría y casi entre susurros, algo realmente perturbador entre una raza tan ruidosa por naturaleza como la española.
Una llovizna sucia y constante entristecía aun más el día y muchos desearon la anulación inminente del partido. Pero no ocurrió así y, a pesar de que las nubes grises se tornaron en un manto negro de muerte, la lluvia no llegó y la llovizna -que no se detuvo un instante- era molesta pero insuficiente para aplazar un partido decisivo. Porque nuestra selección, como es ya costumbre, volvía a jugarse a una carta la permanencia en la próxima Eurocopa.
Si aquel día calamitoso desinflaba la alegría española, no ocurrió lo mismo con los invasores que desde el día anterior aterrizaban en el aeropuerto de Barajas. Horda tras horda y llegados de la isla de las nieblas, encontraron el tiempo muy de su gusto. Lo que parecía un mal presagio para los españoles era un buen augurio para aquellos bárbaros, descendientes de celtas cazadores de cabezas y saqueadores germanos, una raza que respiraba humedad y niebla, una raza degenerada por la industrialización que, sin embargo, aguardaba la ocasión para rebelarse contra el ritmo de la máquina y mostrar su atávica barbarie. La llegada a otro país solía desatar ese impulso contenido. Fuera en la exótica India o en España, se liberaba la brutalidad colonial de los anglosajones y un simple partido podía echar abajo la conocida flema británica para tornarse en una negra y cruel melancolía que muy pronto se desataría en salvajismo brutal.
Lejos de casa y con el rostro pintado de blanco y rojo, cualquiera podría haber leído la crueldad en los ojos, grises como un día de entierro, del joven Fred, apóstol de la raza céltica que, sin embargo, había
rapado sus mechas doradas. Él era la voz cantante del grupo. Miraba a un lado y a otro amenazador, inquietando a los españoles que se topaban con aquellos jóvenes altos y malcarados. Una v
ieja, que sentada en su organillo alegraba el paso de los viandantes con compases castizos, dejó de tocar cuando pasaron a su lado. La vieja sólo les miró cuando hubieron pasado. Entonces se hizo la señal de la cruz en la cara y cogió el crucifijo con las manos.
No, no eran bienvenidos. Envidiosos desde siempre de la gallardía de los españoles –que tuvieron en su ocaso la nobleza de la que carecieron los británicos en su ascenso-, aquellos descendientes de piratas y negreros se paseaban por Madrid como por un país conquistado. Pedían cerveza con modales hoscos y en un español con fuerte acento y desagradable.
En una taberna ni siquiera quisieron servirles. Al dueño, un asturiano que había cambiado sus montañas por las empinadas callejuelas del centro de Madrid, no le gustaron sus rostros pintarrajeados ni sus cabezas rapadas; tampoco sus malas maneras.
-No quiero problemas aquí -dijo.
Fred se soliviantó enseguida y ya se levantaba para buscar pelea pero su camarada Johny le cogió por la muñeca.
Allá, al fondo de la calle, un grupo de policías municipales se acercaba.
-You're a very luckly son of bitch! -escupió Fred al tabernero, amenazándole con un puño.
El honrado tabernero siguió sirviendo tapas y cervezas.
***
Los malos augurios se cumplieron. La selección fue derrotada. De nada sirvió el entusiasmo incondicional del pueblo español. Tampoco los gritos apasionados que, como siempre, se imponían a los aullidos de los anglosajones. Ni siquiera el entusiasta compás de Manolo con su bombo llamando al combate funcionó. ¡Y cuánto tuvieron que sufrir los seguidores de la selección! Porque la llovizna arreció en fuerte lluvia en cuanto los jugadores pisaron el campo. Pronto el césped pareció más un arrozal en el que los héroes de España chapoteaban más que corrían entre charcos de hierba y de barro. Pese a la evidencia, de nada sirvieron las súplicas para suspender el partido. El árbitro alemán, aliado de sus hermanastros de raza, no consintió en ello.
A la salida Fred y su grupo se mostraban aún más arrogantes si es que eso era posible. La suerte y los elementos esta
ban de su lado como siempre. Habían librado a su isla de la conquista de la armada española y ahora era suyo el lugar en la Eurocopa.
A pesar del esfuerzo de la policía, partidas de invasores se dispersaban por la ciudad en busca de pelea. Aquí y allá, los hijos de la Gran Bretaña dejaban constancia de su victoria. Con cascos de botellas rotas y miserables cánticos de injurias y bajeza celebraron la postrera victoria de una nación decadente. Los aullidos de aquellas jaurías de bárbaros estremecieron a los pocos que no se habían dejado amilanar por la lluvia. Más de un viandante se apresuró a cambiar de acera o buscó refugio dentro de algún portal antes de toparse con Fred y su jauría de chacales rapados.
Sin apenas luz y con el viento haciendo de la lluvia ventisca, Madrid era una ciudad maldita y muerta. Los picudos techos de las torres de los Austrias se alzaban más altas que nunca hacia un cielo con colores que sólo la prodigiosa mano del Greco hubiera podido retener.

Y entonces se toparon frente a ella. La plaza de Cibeles no estaba rodeada por el tráfico habitual y pudieron contemplar en su grandeza la estatua. ¿Pero qué hacía en un país de católicas tradiciones el ídolo de una diosa oriental? Porque Cibeles era una de las divinidades más extrañas que importaran de sus lejanos dominios, una diosa de la fertilidad traída del Asia Menor y cuyos sacerdotes sacrificaban su propia virilidad por rendirle culto.

Resultó extraña, pues, su presencia a aquel grupo de ingleses, hijos de un pueblo sin espiritualidad. Ellos no entendían la apasionada y pagana devoción de los españoles por la diosa. Llamadla Isis, Afrodita, Astarté... Es la gran madre, la diosa omnipotente contra la que el catolicismo, previendo pérdida la batalla, no intentó luchar. En vez de ello la cubrió de cristianos ropajes y de virginidad. Así, los españoles la adoraron con sobria dignidad castellana o con alegría andaluza, cubriéndola con floridos homenajes a su "Pilarica" o venerando a su “Mureneta” de rasgos africanos. Pero era siempre la misma diosa, tal como había sido esculpida la dama de Elche, y allí estaba.
-She's beautiful! –se atrevió a exclamar uno de ellos, para irritación de Fred, que salió de su fugaz arrobo.
-She’s a Spanish bitch! –vociferó, y no contentó con ello se encaramó a la fuente, seguido y jaleado por sus secuaces,
Se encaramaron los cinco a la fuente y con voz ronca y cascada destrozaron el bello himno de Queen:
-We are the champions! We are the champions! Fucked Spain!
Se reían con carcajadas de caballo los muy bravucones pero hacer burla de los españoles no era suficiente para Fred. No había podido satisfacer sus ansias de violencia y necesitaba profanar a la diosa.
-You want a kiss, baby?
¿Por qué no? Quería besarla. ¿Diosa? No era más que la ramera de un país subdesarrollado.
-Hey, what are you doing? -le advirtió uno de sus compañeros al verle trepar por los hombros de la diosa.
Fred no hacía ningún caso de consejos. Su audacia ya no tenía límites cuando la abrazó sin pudor. Le pareció distinguir un rictus de profundo desprecio pero tampoco hizo caso. Los labios de la estatua estaban muy fríos…
***
-¿Qué es lo que ha pasado aquí? -preguntó otra vez el policía nacional con voz imperiosa.
Nadie respondió. Los escasos testigos estaban traumatizados y no acertaban a responder. Los compañeros de Fred no aclaraban los hechos ocurridos con sus tristes y deficientes balbuceos.
-No, no... no ser posible.
Parecían más que asustados, aterrorizados por algo tan espantoso que no se atrevían a hablar de ello. Metros más allá estaba el cadáver de Fred, aguardando bajo la lluvia a una ambulancia. Algo había tenido que ocurrir.
En cualquier caso, nadie les hubiera creído. Tan sólo aquel par de policías hablaría muchas noches después de aquella de un relato sin sentido, un relato obtenido entre gimoteos y lágrimas patéticas de unos skinheads británicos que agitaban las cadenas de sus cazadoras entre lloros como almas en pena.
Y sí, tendrían que creer aquella historia sin sentido. Porque si no, ¿cómo diablos podría ser que entre las fauces de aquel león de piedra, ensangrentadas como las de su compañero, sobresaliera la mano de Fred…?

domingo, 2 de mayo de 2010

Taller de microrrelatos (con microrrelato incluido)

"Cuando el dinosaurio despertó, Monterroso ya no estaba allí."

La semana pasada acudí con gusto al taller de microrrelatos organizado en la universidad Carlos III. El taller estuvo a cargo de Santiago Eximeno, al que conocía de vista y pude conocer mejor. La lección fue interesante, sobre todo por las posibilidades de este formato y no sólo por su brevedad, tan apropiada para los estresantes tiempos modernos, sino para ser escuchado y recuperar la literatura oral, algo que resulta tedioso con los relatos más largos y no digamos con la novela.
Aquí os dejo una imagen del terrorífico Eximeno. No he leído su libro "Bebés con cuchillo", que está listo en mi estantería, pero no neguéis que un poquito de miedo sí que da...


Durante la clase escribí este pequeño microrrelato. Lamentablemente no estoy acostumbrado a hablar ante tanto público, así que para vosotros queda:

EL ANILLO

Cuanto sus amigos le habían dicho era cierto. Al ponerse el anillo desapareció de la vista de todos. Iba de un lado a otro sin que advirtieran su presencia. Miró entonces el precioso y dorado anillo en su dedo y recordó que también le habían dicho que nunca podría quitárselo, que no resistiría su poder...
-¿En qué estás pensando ahí tan callado?
-En nada, mi tesoro, de verdad... -respondió, asustado. ¡Luego era cierto! ¡Sería invisible para siempre! ¡Jamás tendría la voluntad suficiente para quitárselo!
-Entonces deja de estar pensando en las musarañas y ven aquí, que es nuestra boda y quiero presentarte a unos amigos.
-Ya voy, mi tesoro, ya voy...

domingo, 21 de marzo de 2010

Libro recomendado: El sueño de hierro


EL SUEÑO DE HIERRO

Título: El sueño de hierro (The iron dream)
Autor: Norman Spinrad, 1978
Género: Ciencia Ficción, Ucronía
Editorial AJEC
Nota: 8'5

¿Y si Hitler, considerando que su carrera política no iba a ningún lado, hubiera tomado el camino de muchos otros europeos y emigrado a los Estados Unidos? Una vez allí, quizás hubiera seguido su vocación artística como ilustrador y escritor de ciencia ficción, ¿por qué no...?
Éste es el punto de partida de "El sueño de hierro" pero hay que advertir que no se trata de una biografía alternativa sino de una novela escrita por un Hitler que vive en un mundo muy distinto porque no ha conocido al Führer. Un editor ficticio se encarga de contextualizar la novela y por él sabemos que Hitler hubiera podido ganar nada menos que los premios Hugo o Campbell, los más prestigiosos del género.
Heinlein demostró con su célebre novela "Tropas del espacio" que la ciencia ficción, un género de evasión en principio, puede servir para introducir ideas que en un contexto más realista serían difícilmente aceptables para el lector y Spinrad-Hitler lleva esto un paso más allá. En un mundo devastado por la guerra atómica, Helder es el último reducto de hombres "verdaderos" mientras que el resto lo pueblan mutantes contaminados, metáforas nada inocentes de las razas inferiores, peleles que pueden ser alegremente masacrados por los hombres puros, que curiosamente son siempre arios.
Es una dura parábola del nazismo y el protagonista, Federic Jaggar, un ideal en el que Hitler puede cumplir sus fantasías y escribir una verdadera autobiografía con final feliz... Feliz para la mentalidad de Hitler, se entiende. El conocedor de la historia del Tercer Reich y del nazismo disfrutará especialmente con todas las similitudes con la biografía real de Hitler, aludida en cada situación y personaje, y edulcorada al gusto de Führer con aires de ópera wagneriana.
Es cierto que en algunos momentos la novela puede resultar agotadora pero es que no es fácil ver el mundo a través de los ojos de Hitler e ilusionarse con detallados e impresionantes desfiles o la tan inocente como salvaje escatología bélica que tanto le gusta. Pero vale la pena entrar en la mente de Hitler hasta cierto punto y llegar a un apéndice revelador en el que el editor interviene para poner el broche final.

"El sueño de hierro" es una novela provocadora y ambivalente que consigue lo que parece imposible, pues hay que decir que ha logrado ser obra de culto entre los círculos neonazis de EE.UU. y al mismo tiempo hacer las delicias de los detractores del nazismo. El propio Norman Spinrad, judío para más inri, ha tenido que aclarar cualquier duda. ¿Quién lo hubiera creído posible?


domingo, 17 de enero de 2010

Hijo del mar (¿posible novela corta?

Tenía ganas de poner algún trozo de las novelas que me gustaría terminar algún día pero aquí está. El problema es que una novela es muy distinta de un relato. Extraer un fragmento y que no quede como descolocado es difícil. Además soy consciente de que necesita muchas revisiones pero primero debe avanzarse un poco pues es inevitable que posibles cambios en la trama lo alteren todo...
En cualquier caso aquí está.


HIJO DEL MAR [comienzo de una posible novela corta]



El velo que cubre mis ojos empieza a correrse. Pronto contemplaré el rostro ilimitado de Dios y me reuniré con mis antepasados antes de regresar. Miles de reencarnaciones anteriores se fusionarán de nuevo y quizás entonces mi verdadero yo encuentre el significado de la existencia. Por ello, ya sólo temo no terminar este relato antes de que ocurra. Aunque escribo sin saber ni por qué ni tampoco para quién. El Pueblo Libre no tiene literatura. Su memoria colectiva está en los cantos porque pertenece a todos y no sólo a unos pocos privilegiados. ¿Quién me leerá entonces? Mis hermanos no pueden hacerlo y en cuanto a los otros, los que no son hijos del Océano, nos desprecian y dudo que quieran hacerlo.
Escribo porque temo por mi pueblo pero sólo pensar en ello me produce un enorme dolor. Pienso que si el Pueblo Libre desaparece un día, entonces a alguien le gustará saber cómo vivieron alguna vez los hijos del Océano. Quizás, pero me niego a aceptar que esté escribiendo un epitafio para los míos... y sin embargo continúo escribiendo.

***

Sobre mi vida hasta el momento de abandonar el Océano pesa un tupido velo que ningún esfuerzo consciente puede descubrir, un velo que, sin embargo, a veces se descubre de forma espontánea. El dulce roce del agua, un sueño, un delirio febril o una ingestión de sagrado goabán pueden devolverme una imagen, un vago recuerdo. Ahora que soy viejo ocurre con una frecuencia cada vez mayor.
Como ocurre con cualquiera de los nacidos libres, entre mis sueños hay uno que se repite con insistencia. Es una experiencia íntima y a la vez colectiva, una añoranza compartida de la vida anterior. En ese sueño me dejo llevar por las corrientes marinas entre seres maravillosos y no escucho más sonido que el canto de las aguas, que es el eco de los espíritus de las Profundidades hasta que las abandonan para que el espíritu se haga carne de nuevo.
Mi maravilloso sueño, que es el Sueño de una raza, se interrumpe siempre del mismo modo. Atrapado por un halo invisible, lucho por primera vez por escapar a mi destino. No lo he conseguido ahora ni lo conseguí entonces. Dolor y lucha. Ser sin voluntad, suplico sin palabras a Dios que no me abandone pero los designios de Él son inescrutables para los mortales.

***

Uno de los pescadores exclamó una nota muy aguda: había un niño entre las redes. Varias manos se apresuraron a desenredar a la criatura con rapidez y palparon su piel entre verdosa y marrón para buscar alguna herida. La muerte de un niño es un suceso funesto, peor incluso que el asesinato de un adulto. Los espíritus de los antepasados que pueblan las Profundidades se lamentaban con el mismísimo Océano de la muerte de uno solo de sus hijos. Cuando ocurre y un niño muere por accidente entre las redes o herido por un anzuelo o un arpón, todos los miembros de la embarcación permanecen en oración y el ayuno durante días y suplican perdón al Océano y a los antepasados por su pecado y su culpa, grandísima culpa.
Afortunadamente el niño estaba vivo e intacto. Es más, parecía muy crecido. Dispuestos a devolverlo al mar, advirtieron que respiraba.
-¡Mirad, respira! ¡Quiere acompañarnos en nuestro viaje! -exclamó uno de los pescadores, y todos entonaron compases de alegría compartida. De temer la muerte de un hijo habían pasado a la euforia de descubrir a un nuevo y pequeño compañero. Nunca les había ocurrido.
El niño daba sus primeras bocanadas, con dificultad y terriblemente asustado, eso sí. El agua entraba por si sola mientras que aspirar el aire le costaba un desconocido esfuerzo. Incapaz de andar, la criatura se arrastraba trabajosamente por la cubierta ayudándose con los brazos, más que con las apenas desarrolladas piernas, que hasta entonces sólo habían sido el timón de su cuerpo.
Aunque asustado, las cuidadosas caricias y la melodía suave y repetitiva de los pescadores le calmaron. Sobre todo la melodía. Mucho más tarde, ya adulto, pensaría que sólo por la música valía la pena vivir. La música era el lamento y también la alegría del propio Océano por todos sus hijos.

Ese niño era yo y, desde luego, no puedo recordar estos detalles, que mucho más tarde me contaron. También supe mucho dispués que mi nombre fue motivo de muchas discusiones. Hasta que finalmente eligieron el más adecuado y fui llamado Gamní o “Bien pescado”. Aquella indefensa criatura que fui no podía decir su propio nombre porque carecía de la cavidad craneal que permite a los adultos comunicarse. Le maravillaba como los pescadores aspiraban el aire con los dos orificios inferiores y luego lo expulsaban por los seis orificios superiores convertido en música, que para un amfyr es lo mismo que el lenguaje. No por natural, dejo de maravillarme por el don que Dios concedió a toda nuestra raza.
Cuando no están pescando o remando -y el tiempo de ocio es generoso para un pescador-, el pasatiempo preferido de los Nacidos Libres es el canto. Cantaban para mí melodías sencillas de notas suaves y tiernas, melodías hechas para los niños del Océano, y aunque no podía imitarles, aprendí a sentir el ritmo y la diferencia que hay entre una nota y otra. También cantaban poemas de amor y gratitud al Océano y a sus criaturas.
De alguna forma recuerdo todos esos cantos y también aquellos que narraban las hazañas de los navegantes míticos y sus viajes, que en mi juventud eran mis preferidos. Entre ellos mi favorito no era Hujirt-Yah, que había hundido su arpón en el lomo de la gigantesca serpiente marina de piel de roca llamada Dar-i-Gyurh. Tampoco Yurt-oo-noz, que había engañado al hechicero del sur, que vive en los confines del mundo, allí donde el agua está helada y forma rocas de color blanco y tacto enfermizo. No, mi favorito era Ga-dor, el pescador solitario. ¡Qué terrible debía haber sido navegar solo después de la muerte de todos sus camaradas! Y sin embargo navegó hasta circunvalar el mundo y descubrir que éste era esférico y no cóncavo para retener las aguas como un vaso, tal y como se creía antes de su hazaña. ¡Qué idea tan fabulosa para el pequeño Gamní!
-Si el mundo es esférico -pregunté-, ¿cómo puede ser que el océano retenga las aguas y no se vuelquen en el vacío, viejo Oldar?
Oldar sonrió al responderme:
-Nadie lo sabe, pero es así. No podría ser de otro modo cuando tantos de los nuestros han circunvalado nuestro mundo desde Gador. Aquel que navegue siempre en la misma dirección desde un punto acabará regresando al origen.
Y lo que el veterano pescador decía tenía que ser verdad. Había vivido y navegado más que ningún otro tripulante. Demasiado viejo para tirar de las redes o remar, era aceptado con gratitud y placer porque había enseñado su oficio a casi todos los pescadores. Ahora ocupaba la mayor parte de su tiempo cuidando de mí, y aunque no hay otro verdadero padre que el Océano, Oldar fue mi mentor (1) en mi segunda vida.
Entonces creía que Ga-amní podía responder cualquier pregunta. Un día le pregunté:
-Viejo, ¿de dónde venimos? A menudo habláis de cómo me encontrasteis como si fuera algo excepcional.
-Así es, pues aunque todos venimos del Océano, nosotros lo abandonamos un día para alcanzar la costa y vivimos luego en tierra firme antes de dejarla por amor al mar. Tú, sin embargo, no abandonaste el mar sino que te encontramos y no conoces otra vida... Eres un privilegiado, pequeño.
El dolor y la felicidad luchan en mi interior cuando recuerdo a mi viejo Oldar. Me fue en aquellos días más querido que ninguno, y no porque no amase a todos mis compañeros. Recuerdo a cada uno ellos.

Después de varios años mi pequeño cráneo no estaba aún desarrollado y seguía siendo desproporcionadamente grande respecto a mi cuerpo y muy frágil. No podía entonar la mayoría de las notas de un adulto y menos alcanzar su volumen pero sí hacerme entender con mis compañeros de viaje y repetir algunos de los cantos especialmente compuestos para los niños. Tardaría doce años en alcanzar la plenitud física y mental aunque no he dejado de aprender cosas nuevas hasta hoy.
En esos doce años aprendí también las artes de la pesca y de la navegación. La parte más importante, y la más difícil, era aprender las diferentes constelaciones y su lugar en el cielo, pues las estrellas, el Sol y las cuatro lunas son las guías del navegante. Aprendí cada constelación del firmamento y hasta el nombre de las estrellas más brillantes, esas luces que Dios elevó en honor de los grandes navegantes para que guíen a las generaciones futuras. No era tarea fácil y me sorprendí mucho cuando supe que en el otro hemisferio, la otra mitad del mundo esférico, las constelaciones eran distintas.
La travesía entre una isla y otra era larga pero podíamos aguantar sin dificultad. El Océano provee de agua y aire a todos sus hijos. También de alimento para el pescador. Tan sólo necesitábamos arribar a tierra firme para hacer las reparaciones de la nave y conseguir nuevos aparejos y algunos bienes... Por supuesto no todos tenían este estilo de vida. La mayor parte de los Hijos Libres poblaban las islas pero su modo de vida está tan ligado al Océano como el de los Navegantes. Además de practicar la pesca de bajura y marisquear en la costa, elaboraban naves y aparejos para los pescadores y también otros bienes necesarios como sal y licor de pescado. La sal era especialmente apreciada: se transportaba en vasijas de barro para sazonar el pescado que se quería conservar.

Pienso en si todas estas explicaciones son ociosas de tan comunes y cotidianas entre los nacidos libres, incluidos aquellos que habitan en tierra firme pero me agrada tanto recordarlas y me duele tanto pensar que algún día todo pudiera ser olvidado que necesito hablar de ello.
Aquí termina el apacible relato de mis primeros años. Resulta perturbadora la brevedad con que pueden contarse los períodos felices y tranquilos de nuestra vida y cómo cuando tenemos que hablar de las adversidades y períodos difíciles las palabras brotan abundantes...

sábado, 9 de enero de 2010

Libro recomendado: Historia alternativa (vols I & II)

Comienzo el año con una reseña de las dos antologías de historia alternativa publicadas por la editorial AJEC. Muy recomendables si os interesa esto de experimentar con la Historia.
Originalmente apareció en Hislibris, esa página que ya es referencia si os gustan los libros de ficción y ensayo históricos:
http://www.hislibris.com/historia-alternativa-volumenes-i-ii-vvaa/

HISTORIA ALTERNATIVA (VOLÚMENES I & II) - VV.AA.

HISTORIA ALTERNATIVA (VOLUMEN I) - VV.AA.HISTORIA ALTERNATIVA (VOLUMEN II) - VV.AA.Siendo la ciencia ficción y la historia (tanto ficción como ensayo) mis géneros preferidos, se entenderá mi interés por la ucronía o historia alternativa, una combinación interesante aunque difícil de conseguir. En cualquier caso es un subgénero que goza de buena salud, como puede verse en el éxito de novelas actuales como Alejandro y las águilas de Roma, Roma eterna o Tiempos de arroz y sal.

Al lector que comparta este interés, o quiera descubrir el subgénero, le resultarán interesantes estas dos recopilaciones de relatos y novelas cortas sobre historia alternativa. Del primer volumen hay que decir que es más desigual en la calidad de las obras aunque incluye mi preferida del conjunto. El segundo volumen está más equilibrado aunque se centra en la historia de Estados Unidos.

Aquí está un breve comentario sobre cada obra para que el lector sepa qué puede encontrar en cada volumen.

VOLUMEN 1

En las tierra del fondo - Harry Turtledove (Premio Hugo de Novela Corta de 1994)
El plato fuerte del volumen y no sólo por su extensión porque Turtledove es un novelista que se ha centrado con bastante éxito en la historia alternativa. Muchas novelas cortas, sin embargo, quedan sin traducir por la difícil colocación que tiene para las grandes editoriales. Afortunadamente no es el caso de esta novela de intriga que parte sobre una premisa muy interesante: la de un mar Mediterráneo que permanece seco en tiempos históricos como ya ocurrió de hecho en la prehistoria. Sumamente entretenido. Recomiendo además leer el interesante apéndice sobre el mar Mediterráneo.

O Uno - Chris Roberson (Premio Sidewise 2003)
Partiendo una premisa poco original, un mundo dominado por el Imperio Chino, tenemos sin embargo un magnífico relato. El autor lleva las diferencias entre el pensamiento chino y occidental hasta un campo en principio tan poco subjetivo como las matemáticas… Sin duda, el mejor de los tres relatos cortos.

El efecto Ashbazu - John McDaid
¿Y si la imprenta hubiera sido inventada con cuatro milenios de antelación en la vieja Sumer? Es una idea original y que impacta al lector… que debe leerse el correspondiente apéndice del final del libro para descubrir por qué los sumerios difícilmente hubieran podido utilizar la imprenta. Pero es bonito imaginarlo.

Los misteriosos iowans - Paul di Filippo.
El volumen sigue decreciendo en calidad y aquí tenemos un relato aceptable simplemente. Basado en el mundo de Verne, poco más hay que decir.

Año Drácula 1981: El otro lado de la medianoche - Kim Newman
El garbanzo negro de la antología aunque es posible que para los amantes del mundo del cine no lo sea. Para romper con todo lo anterior leído hasta ahora se introduce un elemento de fantasía como los vampiros, por los que siento bastante antipatía. Quizás hubiera tenido su gracia el cómo podrían haber influido en la historia pero una filmación fracasada de Orson Wells tampoco es un hecho histórico muy relevante.

VOLUMEN 2

El frente humano - Ken Macleod (Premio Sidewise 2001)
Un homenaje al mundo de posguerra y sus paranoias. Hubiera preferido sin embargo que se mantuviera una línea más realista porque la magnífica situación de partida hacía innecesario incluir más adelante elementos bastante chocantes. Pero sobre gustos no hay nada escrito, así que corresponde al lector decidir si está de acuerdo o no con que un final más realista hubiera sido mejor.

El misterio del Pacífico - Stephen Baxter
El relato más extraño, tanto que puede parecer absurdo. Sin embargo aquí influye mi ignorancia matemática sobre la geometría de Euclides. Se echa en falta un apéndice sobre este tema porque tenemos la visión euclediana tan interiorizada que asumimos que todo lo que la contradiga es absurdo.

Los ojos de América - Geoffrey A. Landis
Junto a “Lo desconocido” y el curioso relato de Scalzi, tenemos lo mejor de este volumen. Para conseguirlo contamos nada menos que a Edison como candidato por la presidencia. Detrás de su curioso rival estará el mucho menos reconocido pero igualmente genial Tesla. Un verdadero duelo de titanes con Mark Twain como estrella invitada en el duelo político más interesante de Estados Unidos.

Lo desconocido - William Sanders (Premio Sidewise 1998)
El conflicto entre la mentalidad de los indios norteamericanos y los europeos es el eje de este entretenido y divertido relato. Poco podía imaginar la tribu del protagonista que un extraño rostro pálido podría modificar sus vidas y alterar la historia de la cultura occidental para siempre. Curiosamente yo, decadente occidental, simpaticé más con los pieles rojas.

El imperio invisible - John Kessel
Conocemos el papel pionero de EE.UU. en el feminismo, ¿pero y si no hubiera sido así? El relato menos políticamente correcto juega con el papel del Ku Kux Klan y el puritanismo para explicar el imperio más invisible y antiguo: el de los hombres sobre las mujeres.

Recuperando el Apolo 8 - Kristine Kathryn Rusch (Premio Sidewise 2007)
¿Cómo hubiera alterado la carrera espacial el fracaso del Apolo 8? No es nada descabellado pensar que ese fracasado hubiera sido un acicate y no un revolsivo. Quizás parezca tópico porque es la única mujer en la antología, pero se prioriza demasiado el aspecto personal del protagonista respecto a las consecuencias históricas. Por favor, que nadie me llame machista pero hubiera preferido un enfoque menos “femenino” en ese sentido…

Misivas del futuro posible 1: Resultados de búsqueda de historia alternativa - John Scalzi
No debe menospreciarse por su corta extensión este microrrelato. Era imposible concluir mejor el volumen que con esta tronchante parodia de la historia alternativa. ¡Las cosas que hubieran podido suceder si Hitler hubiera muerto en 1908!

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