jueves, 11 de junio de 2009

Cornología

Sigo en la línea sarcástica. Esta vez es lo que llamo un "divertimento": un microrrelato casi a vuela pluma para experimentar.



CORNOLOGÍA



Hay un momento en la vida de todo hombre en que éste se pregunta qué ha hecho con su vida y si ha merecido la pena. Ese momento ocurre todos los lunes por la mañana, cuando apenas puedes abrir los párpados lo suficiente para ver la taza de café con la que se supone que tienes que aguantar en pie la mañana y lo que a ti te gustaría de verdad es meterte algo fuerte en el cuerpo y decirle al mundo que le dieran por...


Yo puedo hacerlo. Sí, por favor, envídienme porque yo duermo mientras ustedes se aprietan en un abarrotado vagón de Metro e intentan mantenerse en pie sin apoyarse en los demás pasajeros y menos mirar sus deprimentes rostros. Esto si es que no se encuentran ya en su lugar de trabajo, porque horas después de que se hayan tomado su insulso café matutino yo me levanto y, con toda la tranquilidad del mundo, le doy un buen repaso a alguna de las botellas del mueble bar que se supone que son para los clientes.


Soy detective y mi propio jefe. Pero no se me entusiasmen: yo no soy uno de esos detectives que resuelven asesinatos o encuentran joyas milenarias. Eso son sandeces. Yo investigo adulterios... Los líos de faldas y de pantalones nos dan de comer a los detectives pero busquen en los libros de detectives y no encontrarán nada. Un detective de verdad vive de las debilidades humanas. Donde ustedes ven humanos corrientes yo no veo sino individuos grises y frustrados con uno, dos o incluso tres cuernos sobresaliendo de su testa. Incapaces de embestir a sus enemigos, acuden a mí para que certifique su miseria moral.


Pero es inútil advertirles de la realidad de mi mundo, supongo. Sus ilusas mentes ya están imaginando una oscura oficina con archivadores y una preciosa pero esquiva secretaria... Bien, pues follénsela si quieren. Margarita tiene cincuenta años y sigue soltera. No hace falta ser detective para saber por qué. Las verrugas de su rostro sólo desaparecen en cuanto empieza a largar algún chismorreo envenenado. Era la amiga de mi madre y ahí está como tributo a la mujer que tanto hizo por mí. No fui un buen hijo y ahora debo pagarlo...


¿Acaso les estoy aburriendo? Ya entiendo, acudieron a un detective esperando que confirmase sus absurdas fantasías y ahora les aburre la vida real. Pues muy bien, si quieren dejar de leer es su puto problema, que yo estaba muy a gusto en soledad con mi botella. ¡Por mí, váyanse a tomar por...!

2 comentarios:

Andronicus dijo...

Te defiendes bien a vuela pluma, Solharis. Quizá tendrías que ejercitar esa categoría más a menudo, y dejar los pesos pesados para que "reposen".

Nos leemos!

Alex [Solharis] dijo...

Gracias, Andronicus.
Intento escribir con cierta rapidez. Me parece que es importante coger el hábito.

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