miércoles, 13 de agosto de 2008

El ombligo del mundo

Para variar, un microrrelato ligerito, de tema veraniego, como corresponde en estas fechas...


EL OMBLIGO DEL MUNDO


Un cuerpo retorciéndose entre tantos en la arena. Un cuerpo, y un ombligo. Nada más que un ombligo. Un ombligo nada menos, en un vientre de color canela tostada y sabor a sal marina, terso como la piel de un tambor de guerra resonando en sus oídos. ¡Y él no puede acudir a su llamada! Debe permanecer en su lugar, al lado de un vientre más flácido y que él mismo había fecundado, con la madre de sus hijos a la que tanto había querido, tanto había amado, tanto había compartido... ¡Tantos "había"!

Pero a veces el cuerpo de ella, de la otra, se movía. Una rodilla que se levanta. Unas piernas que se abren para él. Un movimiento cualquiera para recuperar su atención y escuchar de nuevo la llamada. Empezaba por los párpados cerrados y los labios invitándole sin decir palabra. Luego, el largo cuello retorcido. Resbalaba por medio de un bikini y, al final del liso tobogán de su vientre, caía en su ombligo. De aquel sumidero del espíritu no se puede escapar, es inútil. ¿Qué edad tendría? ¿Veinte? ¿Dieciocho? ¿Menos que dieciocho...? ¿Cómo puede una mujer adueñarse de los espíritus de los hombres cuando le queda tanto que aprender de la vida?

-¿Me escuchas?

Pero no, no estaba escuchando a la que antes era su amor y ahora es la madre de sus hijos. En su cabeza, abrasada por el Sol, suena la violenta melodía de un oboe árabe y al fondo un tambor. Siente mareos y un ligero espasmo en los dedos.

-¡Debería darte vergüenza!

-¡No seas tonta!

Intenta abrazarla pero le esquiva y se marcha. Todos se marchan, aunque los niños no entienden por qué y protestan. Ya en el coche, se repite que hay que darle otros cinco años más de vida a su matrimonio, pero no se hablan más que lo imprescindible. Luego se reconcilian y esa misma noche toca el ombligo de ella pero está frío. No sabe a la sal del mar. No siente la extraña emoción desde sus dedos hasta la garganta.

No oye el redoble del tambor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es uno de los que más me han gustado. Sencillo, cotidiano y trágico. Ya se sabe: lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Andronicus dixit

Alex [Solharis] dijo...

Siempre es gusto encontrar tus comentarios, Andronicus.
Es un relato sin muchas pretensiones para el reto de OJ pero me doy por contento si te ha gustado.

Por cierto, he conseguido ganar el reto.

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