miércoles, 12 de agosto de 2009

Libro recomendado: El águila del Imperio

Mi ausencia ha sido breve y refrescante, no obstante el calor húmedo y sofocante de Almería. Como el verano es largo y queda mucho todavía, me parece que es momento de recomendar un libro para celebrar el descubrimiento de un autor francamente interesante, Simon Scarrow, así como de su saga de Quinto Licinio Cato.



EL ÁGUILA DEL IMPERIO - SIMON SCARROW


Título: El águila del Imperio (2001)
Autor: Simon Scarrow
Género: Novela histórica
Nota: 8.5


Como tantos aficionados a la Historia, tanto a nivel literario como de ensayo, no puedo evitar cierta envidia de los británicos, por el aprecio que sienten por su Historia y que ha sido la piedra angular del destacado papel de los novelistas británicos en el género histórico. Justo es reconocer que no tienen rival en cuanto a novela histórica de aventuras se refiere. Sirvan nombres como Bernard Cornwell, Donal McFrazier o Patrick O'Bryen como excelentes ejemplos de lo que digo.
También es el caso de Simon Scarrow, que ha elegido la conquista de Britania por el ejército romano como escenario para su saga y es que a menudo la literatura y el cine nos han hecho olvidar que detrás del lujo y refinamiento de Roma había un ejército extraordinario, una maquinaria eficiente y al mismo tiempo brutal. No será fácil el adiestramiento para el joven Cato, acostumbrado a la vida de palacio, y Scarrow consigue que el lector se admire de la dura existencia de aquellos hombres, que ajenos a la relativa abundancia del Imperio que defendían vivían en una tradición casi espartana. También que el lector se entretenga de principio a fin con las aventuras del joven Cato y del veterano centurión Macro.

Scarrow parece más un hombre de acción que un profesor de historia por el talento que demuestra al convertir la Historia en algo vibrante y enganchar así al lector. Hacía tiempo que no me divertía tanto con una novela histórica y de aventuras, así que sólo puedo lamentar que los buenos libros como éste se lean tan deprisa. El siguiente libro de Scarrow espera en mi mesa mientras escribo esta reseña...

lunes, 13 de julio de 2009

Mensajero de muerte

Aunque prefiero la ciencia ficción más reflexiva, esta vez toca un relato de acción espacial. Tengo pensamiento de continuar el relato pero de momento me ha parecido más o menos entretenido para colocarlo en el blog.



MENSAJERO DE MUERTE



Pulsó un botón y tres millones de seres inteligentes dejaron de respirar la atmósfera rica en oxígeno del planeta. Pulsó otra vez el mismo botón y fueron siete millones, al menos según las estimaciones del ordenador de la nave, que no se tomó la molestia de observar porque cada segundo era vital. Había evitado los radares volando a velocidad peligrosamente lenta y debía maximizar los daños contra el enemigo, tanto biológicos -que no humanos, porque los alienígenas no merecían el estatus de personas- como materiales.



Para ello disponía tanto de proyectiles nucleares como térmicos. Los proyectiles nucleares tenían un radio mortal mucho más amplio y dejaban un rastro de muerte radiactiva y duradera. Contra los proyectiles térmicos no había refugio y abrasaban cualquier ser vivo que tuviera la mala fortuna de encontrarse en su radio de acción. Igualmente inutilizaban cualquier circuito, incluso los dispositivos ocultos bajo tierra.


La vista que hubiera podido contemplar volando a menor velocidad era sobrecogedora. Aquí y allá, dejaba atrás un rastro de hongos multicolores emergiendo entre nubes de radioactividad magenta sobre lo que antes habían sido ciudades.


Pero aquello era lo más fácil e incluso podía resultar divertido para pilotos con menos sangre fría. Después de la oleada de destrucción intensa de los primeros minutos llegó la respuesta. A las naves en activo se añadían los pilotos listos para incorporarse al momento desde sus hangares, ocultos en los rincones más insospechados de aquel mundo. La caza había comenzado.


Cada segundo antes de escapar era valioso y Jaime no pensaba escapar antes de completar una incursión admirable. Si no hubiera sido tan extraordinariamente difícil y costoso conseguir un buen piloto y una nave como la suya no hubiera dudado en sacrificar su propia vida como aquello kamikazes japoneses del siglo XX por el bien de la humanidad. ¿Qué podía significar su vida -una sola vida- contra las de millones de enemigos muertos?


Sus perseguidores le acosaban en jauría. Aumentó la velocidad hasta los trescientos kilómetros por segundo. Volaba en zigzag, evitando seguir una trayectoria mínimamente predecible. Por el contrario, su nave volaba de forma premeditadamente aleatoria para evitar los impactos de los proyectiles térmicos, no muy numerosos por el enorme daño que el enemigo se hacía a sí mismo cuando éstos fallaban contra un enemigo que volaba a tan poca altura.


No obstante le esperaba una sorpresa. Una vez más su mente fría fue puesta a prueba cuando varias naves aparecieron frente a él como surgidas de la nada, posiblemente ocultas hasta entonces en algún hangar subterráneo. Eran muchos y ya no dudaban en emplear todo su fuego artillero contra él.


Jaime no era un psicópata que buscara el riesgo por frivolidad pero podía asumir el riesgo cuando era la mejor opción. Y en aquel momento la mejor opción era hacer lo que sus perseguidores menos esperaban: descender en picado hacia el mar. El riesgo era grande porque la nave no había sido diseñada especialmente para ello pero resistió el tremendo impacto de la inmersión en el agua a semejante velocidad. El agua tampoco disminuyó su velocidad lo suficiente para ser alcanzado por las naves guardianas, cuyos proyectiles térmicos explotaron sobre el agua. Tampoco encontró algún obstáculo inesperado contra el que estamparse.


No obstante uno de los proyectiles explotó a apenas treinta kilómetros de Jaime. Si hubiera mirado por la escotilla habría visto el agua del mar convertirse en espumosa gaseosa. De haber sido más frívolo y vanidoso hubiera sonreído triunfal porque un impacto a esa distancia y fuera del agua le hubiera achicharrado sin remedio y fundido los circuitos de la nave, aunque la temperatura a sesenta grados del interior de la nave distaba de ser agradable. Como no celebraba jamás una batalla antes de haberla ganado, ni siquiera prestó atención al sistema de refrigeración automático que llenó de aire frío el interior de la nave. En aquel momento sus sensaciones corporales no podían distraerle. Sus sentidos eran sólo para las pantallas de luces y colores que le proporcionaban toda la información necesaria.


Después de unos doscientos cincuenta kilómetros bajo el agua volvió a emerger entre nubes de vapor tan espesas como un muro de escayola. En la superficie del agua flotaban millones de criaturas marinas muertas, cocidas y ahumadas en segundos. Fue suficiente para escapar de los radares de las naves enemigas que, confundidas por el vapor, no previeron el lugar por el que la nave invasora emergió como un cohete en trayectoria casi vertical y escapó.


Sólo cuando se encontró completamente a salvo y de regreso a la base se permitió comprobar las estimaciones de la computadora. Alrededor de ochocientos millones de bajas estimadas y una destrucción material imposible de calcular habían dejado uno de los planetas más valiosos de los alienígenas seriamente dañado. Todo gracias a un solo hombre. Él. Por un segundo se sintió tan orgulloso como para considerarse un héroe. La satisfacción del trabajo bien hecho no le abandonó en horas.


miércoles, 8 de julio de 2009

Libro recomendado: La guerra interminable

Están resultando buenos días para escribir y espero tener más de un relato pronto que poner aquí. De momento recomiendo otro clásico imprescindible (por lo menos en la medida en que se puede afirmar tal cosa) de la ciencia ficción.


LA GUERRA INTERMINABLE

Título: La guerra interminable (The forever war, 1975)
Autor: Joe Haldeman
Género: ciencia ficción, novela
Nota: 8'5/10 ****


De Tropas en el espacio, de Robert Heinlein se ha llegado a decir que es la novela de ficción más polémica de todo el género, a mi parecer una inteligente apología del mundo militar aunque algunos prefieran hablar de simple panfleto fascista. No requiere mayor explicación el gusto que algunas personas sienten por la etiqueta fascista. Quizás parezca extraño reseñar un libro comenzando por hablar de otro pero es que La guerra interminable fue escrita con el propósito declarado de replicar a Heinlein.
Ambos libros sólo comparten la tesis central (un ejército espacial en guerra permanente contra el enemigo alienígena visto por uno de tales soldados) porque sus autores no podrían ser más dispares. Si en Heinlein encontramos a un ex militar con unas nociones científicas más superficiales que su perspicacia psicológica, en Haldeman tenemos a un científico que abomina del mundo burocrático empezando por el aparato militar. Ya desde el principio nos enfrentamos a una guerra muy diferente de la que describía Heinlein, dominada por los procedimientos burocráticos y en la que la mayor parte de las muertes transcurren sin el menor rastro de heroísmo como, por ejemplo, en los accidentes más anodinos. En este punto hay que destacar la formación científica de Haldeman, superior a la de Heinlein, que le concede un mayor realismo. De hecho hay conceptos que son realmente geniales como el problema de la aceleración en entornos de baja gravedad: si queremos movernos con un traje de fuerza en un mundo de escasa gravedad más nos vale controlar nuestros movimientos... No está de más saberlo, así como las lamentables consecuencias de viajar más allá de la velocidad de la luz.
Así mismo, los protagonistas de la novela carecen del espíritu de sacrificio y patriotismo de Heinlein y se resignan como pueden a cumplir las órdenes de un Estado que, incapaz de encontrar remedio para la situación, llega a las situaciones más esperpénticas, incluso interviniendo en la vida sexual de los seres humanos... En medio de tanta anodinidad sólo el amor hace que valga la pena seguir viviendo.
Para terminar de la misma forma que empecé, comparando ambas novelas, diré que Haldeman gana en cuanto se refiere a rigor científico pero carece de la agudeza psicológica de Heinlein, que hace de Tropas del espacio antes una gran novela sobre psicología militar que de ciencia ficción para mi gusto. En cuanto a los contenidos políticos es mejor que el lector juzgue por sí mismo. En lo que sí considero parejas ambas novelas es en el grado de entretenimiento que ofrecen.

viernes, 26 de junio de 2009

Libro recomendado: Cita con Rama

Aserrín, asserrán, el verano llegó. Es momento de buscar un buen libro y leerselo con un buen vaso de horchata a mano. Así que ahí va mi recomendación, una de las mejores novelas de ciencia ficción que he leído.


CITA CON RAMA

Título: Cita con Rama (Rendezvous with Rama, 1973)

Autor: Arthur C. Clarke

Género: ciencia ficción

Puntuación: 9,0/10

“Cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. La cita más conocida de Arthur C. Clarke explica muy bien aquello que hace de “Cita con Rama” una de las mejores novelas del autor, que es tanto como decir del género. Porque son novelas como “Cita con Rama” o “El fin de la infancia” las que consiguen que lectores veteranos recuperemos ese sentido de la maravilla que el implacable paso de los años (suspiro) desgasta. Así, cuando los astronautas humanos examinen el gigantesco cilindro de metal llegado al sistema solar, lo harán con la misma impaciencia con que el lector leerá una página tras otra, y es que Clarke sabe mantener el suspense y acrecentar el enigma con cada pista dada.

¿Y qué decir del propio enigma oculto en la misteriosa nave? No estropearé la sorpresa de cualquier lector potencial pero puedo anticiparle que la idea es fascinante. Posiblemente nos encontramos ante el artilugio humano más prodigioso del género. Las maravillosas descripciones lo hacen digno de haber sido creado por los mismos dioses pero al mismo tiempo todo tiene una explicación tan racional como maravillosa. El milagro deja de ser una cuestión de fe para convertirse en algo inteligible sin perder su grandiosidad. Sólo maestros como Clarke o Asimov pueden hacer milagros sin recurrir a hechizos, con la simple “magia” de sus cerebros.

Se ha dicho que una de las carencias de Clarke tiene que ver con sus personajes. Es posible que esto sea también algo compartido con Asimov pero no tiene gran importancia. Ambos fueron novelistas “de ideas” y los conceptos de sus novelas hacen que a menudo las preocupaciones particulares de los seres humanos parezcan triviales. No, no busque el lector profundizar en la psicología de los miembros de la tripulación pero tampoco es algo que deba preocuparle. Lo que realmente interesa al lector de “Cita con Rama” es su secreto.

La novela tuvo varias continuaciones y es que no todas las preguntas son respondidas. No he leído las siguientes novelas pero parece que en la segunda Clarke se tomó demasiado en serio la crítica sobre sus personajes y ahondó en ellos en detrimento de su enorme talento como creador de maravillas. Es una lástima, pero que no pierda por ello el lector la oportunidad de volver a sorprenderse como si fuera un niño.

Autor

Arthur C. Clarke nació en 1917 en Minehead, Inglaterra. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue instructor en la aviación. Después de la guerra entró en el King's College de Londres para cursar estudios de física y matemáticas. El gran interés de Clarke por las posibilidades de la ciencia siempre fue muy evidente.

Entre los relatos de su libro Expedición a la Tierra (1953) se encuentra El centinela (The Sentinel), que sirvió de base para su novela posterior 2001: una odisea espacial (1968), llevada al cine por Stanley Kubrick.

Clarke se hizo muy conocido en todo el mundo cuando intervino como comentarista para la CBS en las misiones de las misiones Apolo. En 1980 ganó el premio Hugo de novela con Fuentes del paraíso (The Fountains of Paradise), donde relata la construcción de un ascensor espacial de 36 km. de altura. Es aficionado a la fotografía y la exploración submarina y reside en Sri Lanka desde 1956.

Enlaces:

http://www.tercerafundacion.net/biblioteca/ver/ficha/250

http://tienda.cyberdark.net/cita-con-rama-n11014.html

jueves, 11 de junio de 2009

Cornología

Sigo en la línea sarcástica. Esta vez es lo que llamo un "divertimento": un microrrelato casi a vuela pluma para experimentar.



CORNOLOGÍA



Hay un momento en la vida de todo hombre en que éste se pregunta qué ha hecho con su vida y si ha merecido la pena. Ese momento ocurre todos los lunes por la mañana, cuando apenas puedes abrir los párpados lo suficiente para ver la taza de café con la que se supone que tienes que aguantar en pie la mañana y lo que a ti te gustaría de verdad es meterte algo fuerte en el cuerpo y decirle al mundo que le dieran por...


Yo puedo hacerlo. Sí, por favor, envídienme porque yo duermo mientras ustedes se aprietan en un abarrotado vagón de Metro e intentan mantenerse en pie sin apoyarse en los demás pasajeros y menos mirar sus deprimentes rostros. Esto si es que no se encuentran ya en su lugar de trabajo, porque horas después de que se hayan tomado su insulso café matutino yo me levanto y, con toda la tranquilidad del mundo, le doy un buen repaso a alguna de las botellas del mueble bar que se supone que son para los clientes.


Soy detective y mi propio jefe. Pero no se me entusiasmen: yo no soy uno de esos detectives que resuelven asesinatos o encuentran joyas milenarias. Eso son sandeces. Yo investigo adulterios... Los líos de faldas y de pantalones nos dan de comer a los detectives pero busquen en los libros de detectives y no encontrarán nada. Un detective de verdad vive de las debilidades humanas. Donde ustedes ven humanos corrientes yo no veo sino individuos grises y frustrados con uno, dos o incluso tres cuernos sobresaliendo de su testa. Incapaces de embestir a sus enemigos, acuden a mí para que certifique su miseria moral.


Pero es inútil advertirles de la realidad de mi mundo, supongo. Sus ilusas mentes ya están imaginando una oscura oficina con archivadores y una preciosa pero esquiva secretaria... Bien, pues follénsela si quieren. Margarita tiene cincuenta años y sigue soltera. No hace falta ser detective para saber por qué. Las verrugas de su rostro sólo desaparecen en cuanto empieza a largar algún chismorreo envenenado. Era la amiga de mi madre y ahí está como tributo a la mujer que tanto hizo por mí. No fui un buen hijo y ahora debo pagarlo...


¿Acaso les estoy aburriendo? Ya entiendo, acudieron a un detective esperando que confirmase sus absurdas fantasías y ahora les aburre la vida real. Pues muy bien, si quieren dejar de leer es su puto problema, que yo estaba muy a gusto en soledad con mi botella. ¡Por mí, váyanse a tomar por...!

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